Ahora que usar mascarilla es voluntario, los chicos están ansiosos
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Muchos aún tienen miedo de enfermarse, ya que la covid sigue circulando. A pesar de que los casos graves son menos comunes en los adolescentes que en los adultos, más de 116,000 chicos menores de 18 años han sido hospitalizados a causa de la COVID-19 en Estados Unidos hasta el 12 de marzo, mientras que poco menos del 60 por ciento de los adolescentes tienen un esquema de vacunación completo.
Un domingo por la tarde de hace algunas semanas, un día antes de que se les permitiera a los chicos de la ciudad de Nueva York ir a la escuela sin cubrebocas, Charlie Staub, de 15 años, expresó su preocupación por los problemas de seguridad. No todas las ventanas se abren en su escuela y la ventilación no parecía muy buena en el edificio. Aunque está vacunado y se enfermó de COVID-19 en diciembre, pensar que de repente todo el mundo dejará de usar cubrebocas lo puso nervioso.
Él y sus amigos pensaban seguir usando cubrebocas, al menos al principio. “Si de verdad no pasa nada, entonces creo que podríamos quitárnoslo, pero por ahora, me siento más cómodo cuando lo traigo puesto”.
El público imaginario
Quitarse el cubrebocas también representa una transición social durante un periodo de desarrollo en el que los jóvenes se vuelven hipersensibles a lo que los demás piensan de ellos y se preocupan especialmente por su aspecto, explicó Choukas-Bradley, y señaló que a partir de la preadolescencia y los primeros años de la adolescencia los niños suelen desarrollar lo que los psicólogos llaman un “público imaginario” que los hace sentir que hay un reflector sobre ellos y sus defectos. A medida que empiezan a pasar menos tiempo con sus padres y más con los compañeros, el estatus social y los estándares culturales de belleza se vuelven muy importantes, en especial para las chicas, explicó.
El público imaginario determina cómo piensan los adolescentes incluso respecto a tareas ordinarias como vestirse, hablar en clase o ir a comprar zapatos, comentó Seth Pollak, psicólogo y director del Laboratorio de Emoción Infantil de la Universidad de Wisconsin-Madison. Mientras que un adulto puede pensar en el costo o la comodidad, un adolescente se centra en lo que van a pensar determinadas personas de la escuela cuando entre al salón con los zapatos nuevos. Esas personas no son necesariamente sus amigas incluso pueden ser enemigas.
“Estos públicos en la mente de algunos adolescentes dominan tanto su vida que creen que de verdad les ponen mucha atención y los analizan”, afirmó Pollak.
Muchos estudios demuestran que las redes sociales no han hecho más que exacerbar la fijación que tienen los adolescentes respecto a su apariencia y sus preocupaciones sobre ser juzgados. Incluso antes de la pandemia, a los adolescentes les preocupaba verse atractivos en las redes sociales, según señaló Choukas-Bradley, cuya investigación ha relacionado este tipo de preocupaciones con un riesgo elevado de padecer depresión.
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